En el momento que empezamos a relacionarnos con el mundo, comenzamos a ser influenciados por todo lo que nos rodea, familia, escuela, amigos, sociedad… y vamos creándonos un traje a medida con el que nos relacionamos con el resto del mundo, de manera que establecemos una base normativa de cómo regir nuestra vida. Cada vez que decimos “yo soy esto”, debido al mundo dual en que nos movemos, estamos afirmando un “yo no soy aquello” y todas esas negaciones son aparcadas y arrinconadas en un saco que podemos llamar “sombra”. Por tanto el ego es lo que creemos que somos y lo que pensamos que no somos.
Vamos ocultando el verdadero SER y olvidando quienes somos realmente, adquiriendo una falsa identidad, se nos enseña desde pequeño a identificarnos con religión, patria, profesión…. eclipsando el mundo del espíritu y nuestra conciencia cae en un sueño profundo. En esencia, el ego, la idea de uno mismo, la máscara, el papel que estamos desempeñando supone una forma distorsionada de afirmar y vivir la existencia. A esta máscara social (el ego) le gusta la aprobación, quiere controlar situaciones y personas, y se apoya en el poder porque vive en el temor.
Pero el ego no es del todo malo, nos ayuda a vivir en sociedad, el problema es que veamos el mundo a través de su máscara, pero no somos ni los pensamientos ni las emociones que tenemos, debemos aprender a dominar el ego y no dejar que nos domine a nosotros.
Deja de juzgar y criticar a otros, pues todas las personas son microreflejos de ti, te encuentras conectado a todos y todos hacen parte de tu propia mente si actúas de manera inconsciente con alguien es como si estuvieras atacando tu propio yo, deja los falsos apegos atrás, no te lamentes más por el pasado y no te preocupes por el futuro, tu conciencia vive en el presente y vivirlo es transcender el ego, perdona a quienes te hieren, esa es el arma más poderosa contra el ego, despréndete del rencor y el odio y mira a los demás como un espejo de tu alma.
De ahí la importancia de meditar, sentados tranquilos, enfocando nuestra atención a nuestro corazón somos capaces de apaciguar nuestro ego.
Tu mayor enemigo es tu propia percepción, tu propia ignorancia, tu propio ego.